El gran experimento: cómo el móvil pone al límite a tu cerebro
El cerebro humano no ha evolucionado para soportar una carga de información social tan grande y constante. Por este motivo el móvil pone al límite a tu cerebro.
El mundo académico estudia de forma amplia el impacto de los smartphones en nuestras vidas, pero por ahora no parece haber mucho consenso. Existen estudios afirmando que son capaces de exacerbar los síntomas de la ansiedad ya presentes en las personas.
Otros trabajos concluyen que el impacto que tienen no excede de una pérdida de concentración. Mientras que otros van más allá y aseguran que son una serie de elementos inocuos de forma independiente pero que forman un conjunto adictivo.
Exdirectivos de redes sociales y empresas tecnológicas hablan de “el nuevo tabaco” y otras frases similares. La conclusión general es que son un bien preciado, una nueva herramienta de la que hemos abusado. Hay diversos trucos que podemos usar y que parecen ayudar en algunos casos.
Las características del smartphone han creado un cóctel perfecto
En el pasado no podíamos meter nuestro ordenador debajo de la almohada, llevarlos con nosotros al supermercado para mirarlo mientras hacíamos cola. Pero el teléfono sirve para eso y más, nos permite una sensación de conexión constante con el mundo que puede abotargarnos psicológicamente.
Depende mucho de cada persona, pero el flujo de notificaciones, contactos y actividad puede llegar a ser demasiado. El cerebro humano, acostumbrado durante su evolución a tratar un flujo de información social más o menos estable, se enfrenta a un nuevo reto que puede resultar esta vez imposible de superar.
Cuando todo el mundo está conectado todo el tiempo el flujo de información se hace imposible de manejar para menores y adultos
El Número de Dunbar, acuñado así por el antropólogo Robin Dunbar en los años 90, respondía a una relación entre el tamaño y desarrollo cognitiva del cerebro en primates y la magnitud del grupo social que podía mantener. Para humanos, esa cifra estaba en torno a los 150.
A partir de ahí, según el británico, se difuminaban las líneas de los grupos cohesivos y estables. Otros psicólogos, antropólogos y primatólogos han dado otras cifras que van desde los 80 a los 290, pero la cifra de Dunbar sigue siendo la más reseñada.
El propio Dunbar hizo un estudio para Facebook en 2010. Analizando perfiles de usuarios con cientos de amigos, incluso más de mil, en la red social encontraron que el número de conexiones reales en el círculo interno volvía a quedarse cerca de esta cifra de 150 detectada dos décadas antes.
Pero el problema va más allá de las conexiones personales que podamos realizar. Los smartphones, además de su reducido tamaño, conexión permanente y gran portabilidad, han añadido una forma de interacción que simplemente no existía de forma masiva hace una década: las notificaciones. Un sistema de atención constante que permite estar al tanto de las novedades al segundo. Quién ha dicho qué, qué ha ocurrido dónde, qué acabas de lograr.
Las notificaciones son una simple herramienta, pero durante estos años las apps, juegos y plataformas sociales las han retorcido hasta lograr niveles de acción inauditos. Dicho de otra forma, a base de millones de experimentos han conseguido encontrar qué notificaciones enviadas en qué momento, con qué texto y contexto nos hacen pinchar más veces, estar más minutos en su aplicación. El objetivo es afinar sus algoritmos a nuestros perfiles, tener una huella mejorada de la personalidad de cada usuario.
Nuestros hábitos son el resultado de millones de experimentos realizados a nivel global para saber cómo reaccionamos y explotar la condición humana para convertirla en clics y dólares
(Fuente: https://www.lavanguardia.com/tecnologia/20180116/4437326194/smartphones-notificaciones-abuso.html)