El experimento del Niño Perdido
Durante los últimos años se ha realizado el experimento del niño perdido en diferentes puntos del mundo y los resultados siempre fueron muy similares. El experimento es muy sencillo, se pegan una serie de carteles en parques muy próximos entre sí.
Los carteles tienen la foto de un niño y una la leyenda donde se advierte que se trata de un niño perdido. Es habitual que muchas personas se detengan a observar el cartel por un momento, vean al niño y lean la leyenda.
Los experimentadores pasan a la fase siguiente, hacen que el niño se ponga a jugar cerca de alguna de las personas que se ha detenido a ver el cartel. Permanece jugando a la vista de las personas durante varios minutos.
La mayoría de las personas no advierten que el niño que juega delante de ellos es el mismo que se denuncia como perdido en el cartel.
El niño se retira de la escena y luego aparece un entrevistador y les pregunta a las personas si serían capaces de reconocer al niño del cartel. Aunque parezca irónico, la mayoría de los entrevistados responden que sin dudas podrían reconocer al niño si lo vieran por la calle.
Conclusiones de “El experimento del Niño Perdido”
La más obvia conclusión es que nuestra percepción y observación es mucho más frágil de lo que creemos. Y que además no estamos tan atentos ni reconocemos nuestro entorno tan claramente como imaginamos.
Esto se debe a que nuestra atención está fijada en aquellas cosas que nos interesan, y no nos damos cuenta de otros estímulos que están presentes en el medio.
El experimento llevado a cabo en Manhattan reveló una conclusión ligada a los prejuicios sexista. El niño jugando fue descartado porque la atención se fijaba sobre las niñas.