Romper con las Normas del Metro

Romper con las Normas del Metro
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El Experimento en que Milgram se propuso Romper con las Normas del Metro

Milgram realizó un experimento para romper con las normas del metro luego de tener una conversación con un familiar. Algunas fuentes citan una conversación entre Stanley Milgram y su suegra, mientras que otras aseguran que era con su madre.

La anécdota es que la mujer le comentó que había viajado en el metro y que nadie le había cedido el asiento. Que las personas estaban perdiendo las buenas costumbres y que ya no cedía su asiento a los ancianos.

Milgram le observó que podía haber pedido el asiento a algún pasajero si se sentía cansada. ¿Qué habría pasado si le hubiera pedido a alguien que se lo cediera?.

En 1975, junto a sus estudiantes, se dispuso a buscar la respuesta a dicha pregunta. Le solicito a sus alumnos que tomaran el metro en horas picos y viajarán en los vagones abarrotados de personas.

Los estudiantes debían acercarse a algún pasajero que viajase sentado y abiertamente solicitarle el asiento. De esta manera se rompía con la norma implícita del metro que supone que el asiento es del primer pasajero que lo encuentra libre.

Metro Abarrotado

Los resultados del experimento

Un 68% de los pasajeros optó por ceder el asiento cuando se lo solicitaban sin motiva o por una razón que parecía justa. Cuando se manifestaba una excusa mundana, el resultado caía al 38%.

Una variante del experimento fue que un estudiante le preguntaba a otro en voz alta si estaría bien pedirle el asiento a alguien, antes de dirigirse al viajero. En estos casos las personas cedían el asiento en un 42%, como los había escuchado hablar previamente no influyó el factor sorpresa del pedido.

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Milgram y uno de sus estudiantes publicarían luego un análisis del estudio titulado “Acerca del mantenimiento de las normas urbanas: un experimento de campo en el metro”.

El doble experimento

Además del sorprendente porcentaje de personas que cedieron su asiento, la propia realización del estudio puso a prueba el carácter de los experimentadores. Actualmente, algunos ya son profesionales reconocidos, recuerdan el pánico que les provocaba la ruptura de la convención social de que el asiento es para el primero que llega.

Se ponían muy nerviosos a la hora de pedir el asiento a otra persona, y en los casos en que eran rechazados se sentían muy avergonzados, llegando a ponerse colorados algunas veces. En algunos casos el choque psicológico fue tan grande para el experimentador que el viajero cedió el asiento antes de que terminara su petición al ver que el primero estaba pálido y a punto de desvanecerse.

Otro de los estudiantes encontró una forma de aliviar la tensión, preparando unas tarjetas que entregaba luego al viajero y en las que le indicaba que había participado en un experimento psicológico.

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