En este artículo hacemos un acercamiento conceptual de la transformación de el consumidor moderno al consumidor posmoderno.
Adam Smith publicó en 1776 “La riqueza de las naciones”, es considerado el primer libro moderno de economía. Smith expone su análisis sobre el origen de la prosperidad de países como Inglaterra o los Países Bajos. Desarrolla teorías económicas sobre la división del trabajo, el mercado, la moneda, la naturaleza de la riqueza, el precio de las mercancías en trabajo, los salarios, los beneficios y la acumulación del capital.
Según la teoría del pensador escocés, el choque entre las fuerzas de la oferta y la demanda autorregularía el mercado, equilibrando los costes de producción y el precio final. Es en este contexto que emerge la figura del consumidor de la modernidad.
Marcada por la racionalidad, la decisiones de compra estaban motivadas por la simple necesidad y el costo de producción era el factor determinante en el precio. Era simple, si necesitabas comer comprabas alimentos y si necesitabas vestirte comprabas ropa.
La idea del consumidor posmoderno surge a finales del siglo XIX desafiando los argumentos utilitarios de economistas clásicos, como Adam Smith. Para esta nueva corriente de pensamiento, la percepción del consumidor sobre el valor del producto es el factor determinante de su precio.
De esta manera, el valor, la oferta y la demanda de un producto o servicio no estaría determinado únicamente por sus costos de producción, como sugiere la teoría clásica.
La percepción de el consumidor posmoderno
Las decisiones de compra de el consumidor posmoderno además están guiadas por el deseo de maximizar la satisfacción personal. Las personas consideran que el dinero invertido vale la pena porque los productos o servicios adquiridos crean experiencias personalizadas y exclusivas.
Como ejemplo podemos recurrir a productos considerados “marcas de lujo” como Louis Vuitton, Gucci o Chanel. El costo de producir un bolso, vestido o perfume es mucho menor que el precio que se cobra en el mercado.
En el consumidor posmoderno existe un estimulo de satisfacción personal que los hace sentir especiales, valoradas, diferentes a otras personas.
En conclusión, la complejidad de los seres humanos es una variable más que se debe tener en cuenta a la hora de comprar, vender y fijar el precio de un bien o servicio.