El Experimento del Buen Samaritano y la Religión
En 1978, los investigadores Darley y Batson llevaron adelante el experimento del Buen Samaritano poniendo aprueba la parábola homónima. Las variables a analizar fueron el apuro del participante y cuán ocupada estaba su mente con otros asuntos.
Continuando con las ideas de Asch y Milgram sobre el conformismo social, John Darley y Daniel Batson creyeron interesante introducir la variable religiosa en el estudio de las conductas. ¿Serían las personas religiosas más sensibles a los estímulos sociales?.
Se seleccionaron a 67 seminaristas del Princeton Theological Semminary quienes tenían asignada una tarea. Debían elaborar un sermón sobre la parábola del Buen Samaritano y entregarlo en otro edificio que estaba a unas cuadras.
Además, a un grupo se le dijo que que al llegar al punto de encuentro debían dar una conferencia sobre procedimientos en el seminario. Mientras que al otro se le dijo que darían una charla sobre el Buen Samaritano.
La parábola del Buen Samaritano
Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto.
Viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y pasó de largo. También llegó a aquel lugar un levita y, al verlo, se desvió y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él. Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó.
Al día siguiente, sacó dos monedas de plata y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuídemelo, le dijo, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando vuelva.
Resultados del experimento
A los seminaristas se les concedieron tiempos diferentes para entregar el trabajo, por lo que algunos realizaron su tarea a toda prisa y otros no. Entre ambos edificios yacía un hombre herido que parecía necesitar ayuda desesperadamente.
Los resultados del experimento determinaron que el apuro relativo de los participantes fue el factor principal. Cuando no existía la prisa, casi dos tercios de las personas se detuvieron a prestar asistencia, y cuando estaban apurados, el número se redujo a uno de cada diez.
Las personas que estaban mentalizadas en dar un discurso sobre el Buen Samaritano eran casi dos veces más propensas a ayudar que las personas que iban a dar otras charlas. Esto demuestra que los pensamientos que se poseen en un momento determinado influyen sobre las conductas que se producen en los contextos.
Conclusiones de el experimento del Buen Samaritano
Demostrar conductas de ayuda hacia otras personas no está determinada por el ejercicio de la religión. Las personas que estaban apuradas no se detenían a ayudar a la víctima.
Incluso los estudiantes que iban a hablar sobre el Buen Samaritano fueron menos propensos a ofrecer ayuda si iban con el tiempo justo, de un lugar a otro.
Al no identificar una correlación entre “sujetos religiosos” y el comportamiento de ayuda, se podría determinar que se relativiza el pedido de auxilio según el grado de urgencia de las necesidades personales.